La alquimia, hoy
La Alquimia, pues, no ha muerto. Aunque ahora ya no se hable públicamente de ella, sigue existiendo. Por supuesto, sí ha muerto una parte determinada de la Alquimia, la Alquimia exotérica, superada por el avance de la ciencia y del conocimiento de la Naturaleza. Era natural, y ha servido para purificar el Arte: los falsos alquimistas, que eran a la larga quienes hacían más ruido, murieron por sí mismos al derrumbarse las ideas que les permitían sobrevivir. Nadie podría engañar ya hoy a ningún incauto con una pretendida Piedra filosofal capaz de convertir los metales en oro, cuando se les puede engañar mucho más fácilmente con una sencilla "máquina de hacer dinero". La medicina ha hundido el mito de la eterna juventud, mejor dicho, le ha dado unos cauces más racionales... aunque los charlatanes sigan vendiendo aún drogas y elixires a los campesinos. Y la técnica, finalmente, ha hecho innecesaria la existencia de un Disolvente universal.
Pero los verdaderos alquimistas guardaron siempre en secreto su condición de tales... y tal vez la sigan guardando aún. ¿Qué sabemos realmente de ellos? ¿Estamos seguros de que, ocultos en algún sótano, en la intimidad de su hogar, los alquimistas modernos no sigan aún trabajando en pos de sus quimeras... unas quimeras que no sean en realidad tales?
¿Qué buscan estos nuevos alquimistas? No el oro, superado ya en una civilización que lo ha relegado a un lugar casi honorífico. ¿Otros metales de desconocidas propiedades? Tal vez. Se nos dice que Fulcanelli logró obtener en el curso de sus operaciones una serie de metaelementos completamente desconocidos para la química contemporánea. Esto ocurría en 1937. Actualmente, algunos de nuestros investigadores han conseguido obtener algunos de estos metaelementos: el positronium, los átomos muónicos, a costa de grandes dispendios de energía, y logrando tan sólo algunos corpúsculos inestables, de ínfima vida. ¿Había logrado Fulcanelli más? A juzgar por los indicios, sí.
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